jueves, 6 de septiembre de 2012

¿Muere el amor alguna vez?

En muchas ocasiones me he preguntado si alguna vez se deja de amar a alguien. Debo confesar que he llegado a creer que no es así. Pasé mucho tiempo con esa interrogante en la cabeza luego de mi primer ruptura hace unos años atrás. Recuerdo que vivía una bella relación con una chica con la que pensé haber encontrado al amor de mi vida y todas esas cosas rosas que usualmente nos irrumpen el corazón. Cuando fue el momento del adiós no estaba preparada, yo asumía que las cosas iban bien (asumir!!! uno de los máximos errores en una relación), horas después me estaban dando el cortón más doloroso de mi vida. 
Pero, ¿por qué fue doloroso? no lo supe hasta años después y la respuesta que obtuve fue... porque YO lo permití. Pasaba mis días abnegada y negada en recobrar ese amor perdido, haciendo micos y pericos (como decimos en mi tierra) para recuperar a esta chica. Entendí tarde que en realidad no volvería a mi. Y la necedad más ingrata que experimenté fue la de persistir creyendo en tantas historias de amor y de lucha por amor. Sí, yo creía en eso... creo que muchas de nosotras lo hemos creído. Pensamos que el amor lo puede y lo sabe todo, y es cierto... pero cuando es bilateral, cuando las dos personas sienten lo mismo. 

Cuando caí en cuenta de que se deja de amar alguna vez... NUNCA. En cambio, descubrí que los seres humanos llegamos a un punto de aceptación o de resignación tal y que cuando en verdad se ha amado, el amor se transforma en una especie de cariño. Suena masoquismo, y es que es así. Las relaciones entre mujeres son masoquismo en su máxima expresión... pero es divino!!!!! insisto, cuando es bilateral o recíproco. Leyendo unas cosas muy ajenas al amor, encontré en un tratado psicológico las etapas del duelo e inmediatamente asocié cada una con el trance de desamor que estaba viviendo. Estas etapas son la negación o aislamiento, la ira, la negociación, la depresión y por último la aceptación.

En detalle, estas 5 etapas se viven en el desamor de la siguiente forma:
  1. NEGACIÓN: cuando nos encontramos sin una razón lógica a la ruptura y nos negamos a aceptar que la historia que algún día creímos eternas (somos mujeres, por supuesto que lo pensamos) llega a su fin. Surgen las preguntas sin respuesta, surgen los cuestionamientos internos, el abatimiento por recuperar lo perdido y nos autoaislamos de lo que veamos o de lo que nuestro entorno diga y solamente creemos en lo que nosotras sentimos y pensamos. 
  2. IRA: viene la etapa cruel del asunto y mal llevada, nos puede llevar a extremos desconocidos de nuestra propia personalidad (entiéndase: violencia, acoso o tanta otra cosa). En esta etapa inicia el sentimiento de frustración porque nuestra "ex" no nos da por dónde y hagamos lo que hagamos debemos recordar que cuando una mujer decide, no hay vuelta atrás. Esta frustración desencadena nuestra rabia, que puede ser con nosotras mismas o con la ex pareja en cuestión. Al fin de cuentas, la ira es el culmen de los sentimientos de impotencia.
  3. NEGOCIACIÓN: otra de las etapas crueles! caer en esta es por ejemplo, recurrir al "aunque no seas mi pareja, te ofrezco mi amistad y quiero que sepas que siempre estaré a tu lado". No me digan que no, usualmente lo hemos hecho y es por el mismo hecho de que sentimos que esa persona es tan vital en nuestra existencia que nos "conformamos" con tenerla de "amiga", aunque nos duela más. Claro, duele porque si eso sucede, la veremos rehacer su vida y nuestro ofrecimiento de amistad se basa en "mantenernos cerca para que se vuelva a enamorar de nosotras". Suena a disparate quijotesco pero es así.
  4. DEPRESIÓN: es la línea entre la cordura y la sanidad mental. Llegar a este punto es sinónimo de que nuestros esfuerzos han sido en vano. Esta etapa es crucial para nuestro crecimiento emocional debido a que "empezamos a decidir". La decisión puede ser positiva como al decidir por ir despojándose de esos sentimientos de amor que teníamos y seguir adelante. O puede ser negativa, cuando nos encerramos neciamente en seguir en la lucha de recuperar algo que ya no existe y regresar a la etapa inicial de la negación. Pero, si ya sabemos que ha sido un proceso tortuoso, ¿para qué regresar al inicio del duelo??? eso ya no es masoquismo... es una suprema pende... exacto! ESO!
  5. ACEPTACIÓN: qué bien!!!!!!!! llegamos a la etapa en la que vemos una luz al final del camino. Esta fase es el nirvana del autoconocimiento y del aprendizaje. Aceptar que ha habido una ruptura y que hay que sacudirse el polvo y seguir adelante, es la mejor de las etapas. Abrimos nuestro horizonte, nos llevamos lo bueno y aprendemos de lo malo (no hay que desecharlo o no aprenderemos de las vivencias) y es aquí cuando el corazón indica si el amor ha muerto o si se ha transformado en otra forma de amor.
Lo que sí pienso, es que para superar una ruptura se debe poner distancia con esa persona. Sólo así podremos ir superándolo poco a poco, pues el amor nace de la convivencia. Así que si no vemos mucho a la "ex" en cuestión, sanaremos totalmente con el tiempo. No debemos permitir las llamadas de un ¿cómo estás? (cómo crees que estoy si me tronaste?????) ni la comunicación de ningún tipo. Hay que tener dignidad mujeres!!!! y debemos convencernos de que quien se quiere quedar se queda, quien se quiere ir se va. 

Entonces... ¿muere el amor tras una ruptura? Sí muere... pero el verdadero se transforma. Y ese amor verdadero debe ser el amor propio, porque al final quien se queda con una... es UNA MISMA.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Amor online, convertido en prosa



Había discutido mucho tiempo con la cama, con el desvelo, hasta con la almohada. Me he dado cuenta que hasta los que no sienten lloran. Lo hacen alguna vez en su vida, algunas tantas. Pensaba antes, que sólo los enamorados sienten en su alma el verdadero calor del amor. Que los desenamorados sienten el dolor de un vacío, de un adiós. Pero aquellos que no sienten, también lo hacen. Sienten el sufrimiento de querer sentir, de encontrar motivo y razón. Hace mucho tiempo tuve un amor, un bello amor que el tiempo marchitó o más bien, dejamos que se marchitara a paso lento, a paso frío. 

Llegado el punto sin retorno, decidí viajar lejos, empezar una nueva vida en un sitio donde solo yo me conociera, donde existiera un nuevo inicio. Fue así, como llegué al calor de aquella ciudad del sur. Donde los árboles eran grandes edificios y donde el agitamiento humano no era producto del corazón, sino de la vida veloz que se llevaba. 


Recuerdo haber llegado a un lugar sin nada. Nada tenía el lugar, nada tenía yo conmigo. Llevaba únicamente la reticencia a enamorarme envuelta en sábanas de olvido y puesta cuidadosamente en mi única maleta de viaje. 
Pasaron las horas y unos cuantos días. Me hospedé sola en una casa que me recordaba los mejores años de mi infancia. Salí una noche, creo que por un café. Y me encontré con los juegos del destino y una plática amena con una desconocida que no se le parecía a nadie. Por la oscura noche no veía su rostro más que imaginándomelo en mi profundo pensamiento. Cuando pude verla, me parecía una chica muy joven. Con el tiempo descubrí que esa inocencia en sus ojos un poco tristes, era la dulce esencia de una mujer ya crecida. De cabellos negros y brillantes, de estampada mirada brillante como el sol. Con una sonrisa que juega a descubrir sensaciones y unas manos pequeñas y suaves que nunca toqué. 

Hablamos tanto que forzamos al tiempo detener su marcha. En cada intercambio que hacíamos mi corazón palpitaba sin poder entender un por qué. Era dulce, muy avispada, inteligente y divertida. Me sentí cómoda en su presencia y pasó la noche hasta las primeras horas de la madrugada. 
Jamás la vi en persona, no la tuve de frente más que a través de una pantalla. La conocí por internet de la forma más extraña. Por eso jamás la podré olvidar. Algún día mi corazón espero que no la ame más... espero, aunque la paciencia no es mi mayor virtud. 

Así fue esta especie de sueño que alguna vez tuve, algo muy normal entre las mujeres, tan normal como personal. La historia es inconclusa, pues no tuvo continuación, inició y finalizó sin más. 

¿Por qué fracasan las relaciones amorosas entre mujeres?


Empecemos con la consideración de que no todas las relaciones fracasan, no todas son un éxito y entendamos que ese concepto de éxito y de fracaso es relativo para cada persona.
La psiquis femenina es un torbellino de emociones, sentimientos y necesidades que muchas veces a pesar de nuestra natural expresividad, no podemos exteriorizar. El mundo evoluciona al mismo tiempo que lo hacemos los seres humanos, sin embargo, esta evolución del universo no depende de nosotros. Nuestro mundo emocional, sí.

La primera muestra de fracaso emocional se representa por la exagerada dependencia que depositamos en nuestra pareja. Esa necesidad incesante que en ocasiones nos hace olvidarnos de nosotras mismas y que nos hace falsamente creer que nuestra felicidad está únicamente en manos y presencia de la llamada “otra mitad”. Algunas le llamarán media naranja, yo le diré… medio limón.

La idea de medio limón es debido a que en muchas ocasiones los problemas entre parejas nos convierten los momentos dulces en ácidos, pero el secreto es encontrar el balance de sabores. A algunas, como a mí, nos fascina el limón y encontramos en cada probada un exquisito gusto por aderezar con este cítrico. En español, las relaciones jamás serán perfectas y el verdadero éxito está en persistir en la búsqueda de ese punto intermedio que nos hace amar a nuestra pareja con defectos y virtudes, tal y como esperamos que ella lo haga con nosotras. Sin pasar los límites claro. Pues tampoco es saludable que perdamos nuestra identidad y nuestro típico sabor únicamente para complacer a nuestra pareja.

La mayoría de mujeres vamos por la vida sin reconocer nuestros errores en relaciones y al llegar a una nueva caemos en la desgracia de volverlos a cometer. Así que antes de recriminar a nuestra pareja los suyos, identifiquemos los propios sin justificarnos y cambiemos esos pequeños o grandes detalles que consumen la armonía de pareja.

La comunicación es vital y el reconocer que las mujeres somos ese volcán saturado de emociones y muchas veces drama... es que así somos, no hay por qué negarlo. Por lo tanto, tiene que existir un verdadero equilibrio, contar hasta mil si fuese posible, reducir la carga de celos, poner atención a los buenos detalles y hablar... siempre hablar. Buscar un momento y un lugar ideal para platicar de aquello que nos incomoda o para pedir las cosas que nos hagan falta. Es que no tiene nada de malo hacerlo, si quieres algo, pues pídelo. Asumir que tu pareja es clarividente o que lee tu pensamiento es erróneo. Así, como asumir que sabes al 100% lo que tu pareja quiere... no te pierdas, somos mujeres, por ende impredecibles y emocionales. Jamás queremos lo mismo, nuestro humor no es siempre el mismo, lo mismo nunca es lo mismo en nuestro mundo. 

Recuerda que así como buscamos que la vestimenta nos combine con los accesorios, las mujeres buscamos que nuestras emociones combinen con nuestros días y por ello nunca, nunca se nos descifra. Ese misterio en pareja, puede dilucidarse en ocasiones, pero no es la regla. El arte de la sana convivencia es aceptarnos y aceptar a nuestra pareja. No cambiarla ni permitir que nos cambien, pero sí hacernos crecer y mejorar juntas.

Habrá días buenos, otros no tanto. Y es en esta parte en que debemos saber que para que una pareja tenga éxito, se necesitan de las dos y para que la relación acabe de una sola que no esté dispuesta a seguir adelante. Jamás (y es regla a seguir) encontraremos la felicidad en otra persona, el sentimiento de alegría y el sentido de pertenencia que asumimos por felicidad en pareja, no es más que esa felicidad que ya tenemos dentro y que al estar con esta persona se exterioriza de muchas formas. Pero sí podemos ser felices solas, ¿quién dice que no? Ese es uno de los secretos del éxito en pareja y más entre mujeres, siendo felices en nuestra individualidad podremos ser felices en conjunto.


Una mujer segura de sí misma, sobresaliente, decidida y alegre es mucho más atractiva para los ojos de las demás que una chica tímida e insegura. ¿Por qué? Pues porque la interacción y la comunicación se facilitan, se dan en forma sencilla y natural no se fuerza.
Así que, a demostrar esa seguridad en nosotras mismas y a deleitarnos en nuestra belleza única. El éxito en pareja depende de muchos aspectos, pero más de la identidad propia, el conocimiento de nuestros límites y en el mantenernos fieles a lo mejor de nuestra esencia desechando lo negativo que nos limita. Ser felices en el interior y exterior para poder compartir esa felicidad con la pareja.